martes, 15 de mayo de 2007

continuacion

Santi sonrio y rodeo el coche despues de cerrar con llave las puertas. El edificio que tenia delante, era de construcción nueva con las paredes de obra vista y cristaleras de aluminio. la puerta de acceso al edifico se hallaba abierta de par en par, avanzaron en silencio, Santi se detuvo apenas unos instantes en contemplar los buzones de correos en uno de ellos el que estaba situado mas hacia la izquierda y sobre los numeros primero cuarta se hallaba el nombre en letras rojas de la joven, sin apellidos, sin mas cosas que las que ella le habia contado apenas podia discernir lo que iva a pasar a continuación. Ania se detuvo frente a las escaleras esperando a que el chico avanzara, cuando este lo hizo se giro en redondo y dandole la espalda subio las escaleras en silencio.
El piso no era lo que se podria llamar pequeño, tres habitaciones y dos cuartos de baño, una cocina con un ventanal que daba a un parque por la parte de atras del edifico, unos niños jugaban en los columpios ajenos a todos los problemas de los adultos, inmersos en sus mundos de fantasia. El salon era la estancia mas amplia, dos enormes sofas de piel colocados el uno junto al otro, enfrente, una television de plasma ultimo modelo y con mas pulgadas de ancho de lo que Santi se habria podido permitir, bajo esta se hallaba una red de aparatos electronicos, una cadena de musica reproductores de dvd y video decodificadores de television digital y terrestre. El chico se quedo sorprendido por la maraña de cables que aquello representaba. despues se sintio extraño por concentrarse en ese detalle tan nimio asi que agito la cabeza y siguio observando la estancia. Ania entro en la cocina y momentos despues salio con dos botellas de cerbeza, una en cada mano, tendio una al chico que cogio sin mediar palabra, brindaron en silencio y bebieron largamente disfrutando del frescor de la bebida mientras esta bajaba por sus cuellos en direccion al estomago. Santi se sento en unos de los sofas y Aina hizo lo mismo en el otro, los dos mirandose a los ojos en silencio, timidos de romper el silencio y de que vinieran las explicaciones, las de ella por lo que habia hecho, las de el por lo que tenia planeado hacer, pero que no se encontraba lo suficientemente capaz de hacer solo.
-¿Porque querias saltar? -Dijo finalmente Santi despues de acomodarse en el sofa, como si estar mas comodo le hiciera sentirse mas tranquilo ante lo que tendria que escuchar-.
-¿De verdad te interesa el motivo? ¿O solo quieres porque lo hice porque me has salvado la vida?.- Las palabras salieron de su boca como si fueran trozos de hieloen una ventisca de invierno.
-Solo me gustaria saberlo, si tu quieres contarmelo. Imagino que ha tenido que ser duro, mas de lo que yo pueda entender, porque ni yo mismo e tenido el valor de hacerlo, asi si quieres contarmelo lo sabre cuando llegue el momento.
Aina sonrio, apenas fue un destello de sonrisa, pero eso hizo que parte de la capa de hielo que la cubria se resquebrajase aunque solo fuese un poco.
-¿Y tu? ¿Cual es tu historia?, vaya ni siquiera se tu nombre y estas en mi casa bebiendo cerveza.
-¿Por donde quieres que empiece?
-¿Que tal por tu nombre? eso estaria bien.
Aina dio un largo trago a la cerveza y apoyo la cabeza en el respaldo del sofa, descansando los brazos a los dos lados espero la respuesta de su improvisado salvador.
-Pues mi nombre es Santi y la verdad es que mi historia tampoco es agradable

viernes, 4 de mayo de 2007

¿cambio radical?

despues de un tiempo sin escribir e decidido dejar las cronicas y probar algo nuevo espero que os guste

otra historia

La carretera ascendía por una montaña serpenteando entre curvas pronunciadas, a su derecha el astro rey ocultaba ya su rostro, haciendo visible solo los últimos rayos de luz. Redujo la velocidad de su automóvil después de comprobar que nadie le seguía por la angosta carretera. Alternaba la vista hacia la calzada y el mar, cuando vio algo extraño a lo lejos, sobre unas rocas. Sorprendido, aumento la velocidad para llegar más rápido. Mas adelante se abría a la derecha un camino que terminaba en un mirador junto al acantilado. Lo que vio le dejo el corazón en un puño y sin saber la razón ni preguntarse el porque, detuvo su coche bajo una farola que apenas iluminaba. Subió las ventanillas y extrajo la llave del contacto de manera automática sin apartar la vista del frente. Salió del coche, cerro la puerta guardándose después las llaves en el bolsillo del pantalón. Frente a el, apenas a unos metros se hallaba una chica sobre las rocas, contemplaba el abismo que se abría bajo sus pies, varios cientos de metros se hallaban entre ella y el fondo. La ligera brisa marina del atardecer soplaba y agitaba a su paso el largo y rizado cabello de la joven, su vestido, de un azul celeste, bailaba con el aire agitado en continua advertencia de lo que podía pasar. Estaba tan absorta en sus pensamientos que ni siquiera escucho llegar al chico, para ella solo existía el aire y la promesa del eterno descanso entre los rompientes del mar. Levanto los brazos en un movimiento lento, perezoso, permaneció unos segundos con los brazos en cruz. Santi estaba tan cerca que podía escuchar su respiración a pesar del viento cada vez mas fuerte que se levantaba, dudando entre alargar el brazo y detenerla o dejar que pasara lo inevitable y que alcanzara una paz que el no se atrevía a rozar, ni tan siquiera con la punta de los dedos. El ultimo rayo de sol ilumino el cielo, dándole un tono mas brillante al pelo que el viento agitaba y sin saber porque ni como, Santi alargo los brazos en el mismo momento en la chica cogía impulso para saltar y deteniendo su caida. Sus brazos rodearon la esbelta cintura de la chica, evitando así el trajico desenlace. Permanecieron durante algunos segundos sin moverse, el tiempo detuvo su avance y un olor a jazmín llego desde el cuello de la chica hasta la nariz de el, rompiendo algo en su interior, como si la capa de hielo que cubría su corazón se resquebrajara como un iceberg separándose de la banquisa.
La desconocida movio la cabeza rozando con sus rizos el rostro del chico, aumentando el olor a jazmín que rodeaba sus fosas nasales, sus miradas se cruzaron en lo que fueron varios latidos de corazón. Unos ojos verdes como el mar al atardecer, miraban directamente hacia los ojos de Santi, este, nunca había visto tanta pena reflejada en el rostro de otra persona, ni siquiera al mirarse al espejo. Dos lagrimas gemelas descendían por las mejillas de la chica. Sintió deseos de atraparlas y guardarlas para que no escapasen, pero el viento se adelanto y se las llevo consigo en uno de sus soplos. Los segundos pasaban y ninguno de los dos se movio ni un solo centímetro. El rostro de la chica fue cambiando desde la pena hasta la ira por no haber conseguido lo que se proponía.
-Suéltame maldita sea -Dijo ella por fin, con una voz áspera por el llanto y la pena- Tendría que haber saltado, hojala no me hubieras cogido.
Las lagrimas volvieron a aparecer de nuevo en su rostro nublándole la vista apenas unos segundos, los suficientes como para que Santi aflojara la fuerza que imprimía a sus brazos, la chica aprovecho para escurrirse de sus brazos pero la presa del chico se volvió a hacer mas firme, el no podia permitir que ella cumpliese sus deseos y ella queria terminar con todo. A lo lejos las luces de un coche los iluminaron, desde la distancia parecian dos enamorados bajo las luces escuálidas de las farolas del mirador.
-Sueltame. -­Dijo la chica intentando zafarse de su abrazo pero ya sin muchas ganas de escapar, se sentía agotada, exhausta, estaba derrotada por el destino que no había conseguido, cada segundo que pasaba notaba como perdia el control de su vida como si fueran granitos de arena que calleran de sus manos-.
-No permitire que saltes a si que no te soltare, hasta que me prometas que no lo haras.
-¿Por qué habria de hacer eso? Ni siquiera me conoces.
Dijo la chica mirando hacia el mar mientras el aire agitaba uno de sus mechones de pelo entre su nariz y su boca­- ¿Acaso te importa mi destino?.
Su mirada se volvio tan fria que a Santi le temblaron los dedos de sus manos, por unos segundos que parecieron años estuvo tentado a soltarla pero algo le decia que no debia hacerlo y la atrajo hacia si con un poco mas de fuerza hasta que el aliento de la joven rozaba su piel.
-No es que me importe tu destino, pero no voy a permitir que te pase nada y menos que hagas lo que tenias pensado, si hace falta te acompañare a tu casa.
La chica volvio a forcejear para librarse pero la presa era firme y no pudo por menos que suspirar, finalmente se relajo pero sus fuerzas fallaron después de tanta tensión y se hubiera desplomado al suelo si no hubiera estado en brazos de su salvador. Santi asustado la llevo en brazos hasta uno de los bancos que habia junto a ellos y la tumbo delicadamente como si fuera del mas fino cristal, después de apoyar su cabeza con extremada delicadeza en el banco se arrodillo junto a ella y la comtemplo, el joven metio la mano en su bolsillo y saco un pañuelo de color blanco, seco lentamente y con dulzura las perlas de sudor que brillaban en la frente de ella mientras le decia palabras tiernas. La joven se repuso lentamente hasta que se pudo sentar y permanecio alli en silencio, Santi se sento a su lado y asi estuvieron durante unos minutos escuchando el sonido del mar y el viento entre los pocos arboles de la zona.
-Creo que deberia llevarte a casa, tines que descansar. Y no aceptare un no como respuesta.
-Esta bien creo que tienes razón, aunque no se si fiarme de ti. -Dijo la chica mirando a Santi a los ojos tan friamente como la ultima vez, pero esta vez el sonrio y no se dejo engañar por esa dureza-
-Acabo de impedir que saltes al vacio, creo que puedes confiar en mi- Contesto con una sonrisa mientras se llebaba la mano tras la cabeza en un gesto de timidez.
-Eso creo que ya me vale, llévame a casa.
Los dos subieron al coche en silencio, ninguno de los dos quiso romper el silencio, las curvas y los kilómetros pasaban silenciosos mientras abandonaban la zona costera y adentraban al interior de las montañas hasta la vivienda de la joven, de vuelta a lo que parecia la realidad despues de un oscuro y extraño sueño.
Finalmente llegaron hasta el portal de ella y los dos bajaron del coche se miraron unos segundos.
-Puedes subir a casa y beber algo. Y asi me cuentas que te llevo a salvarme.
-Esta bien- dijo Santi- pero antes dime una cosa.
-¿Qué quieres saber? -El rostro de la joven permanecia inescrutable, pero a la vez paciente y tranquilo como si ese momento fuese lo mas normal del mundo.
-Solo tu nombre.
-Eso es facil mi nombre es Ania. Y ahora, ¿Quieres subir o te vas a quedar ahi plantado?